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El progreso tecnológico nos permite tener una experiencia de conducción más agradable y segura, disfrutando de nuevas funcionalidades y prestaciones tecnológicas en el vehículo. Sin embargo, estos avances llevan riesgos asociados.
Los coches incorporan cada vez más software y elementos de conectividad, aumentando el riesgo de un ataque informático.
Generalmente los fabricantes de vehículos añaden a los sistemas electrónicos del coche códigos de encriptación avanzados para aumentar la protección. Asimismo, la heterogeneidad de aplicaciones, modos de conexión y sistemas operativos que incorporan los actuales vehículos hace más difícil un ataque masivo.
Sin embargo, es posible que el vehículo conectado pueda sufrir las consecuencias de un ataque informático: hackeo del sistema electrónico de apertura, robo de credenciales, ramsonware (bloqueo del coche para exigir un rescate por su devolución), control directo del coche o de alguno de sus sistemas (lo que podría derivar en un accidente, aunque es muy ocasional)… son solo algunos ejemplos de ataques que podrían afectar al correcto funcionamiento de los sistemas del vehículo.
Además, una vez el coche llega al taller y es conectado a la máquina de diagnosis, podría propagarse el malware a través de ésta, afectando no solo a la máquina, sino también a otros vehículos, por ejemplo, modificando datos como los correspondientes a los sistemas de control electrónico.
Actualmente, el malware afecta a los vehículos de manera circunstancial, aunque el auge del mercado de aplicaciones para coches y la “informatización”, cada vez mayor, de éstos, podría exigir soluciones en el futuro como pudiera ser un antivirus que permitiera corregir posibles incidencias.
Imagen: Pixabay